viernes, 13 de febrero de 2009

Más genialidades... Hoy: T. S . Eliot


Si quieren relajarse y no pensar, definitivamente quédense con los chistes de Liniers: el indudable maestro T. S. Eliot nos llenará de imágenes insólitamente fascinantes y de referencias cultas, nos hará sentir en cada respiración un pequeño gemido, un suspiro de admiración... No es una experiencia sencilla, pero no podemos dejar de recomendarla. Con ustedes, aunque probablemente ya lo conozcan, una pequeña muestra del talento de este verdadero hombre de letras:

Fragmento de "Lo que dijo el trueno"
(Parte V de La tierra baldía, 1922)

Después del rojo de antorchas en caras sudorosas
Después del silencio escarchado en los jardines
después de la agonía en pétreos lugares
el gritar y el clamar
cárcel y palacio y retumbar
del trueno de primavera tras montañas lejanas
Aquel que vivía ahora está muerto

nosotros que vivíamos estamos ahora muriendo

con un poco de paciencia

Aquí no hay agua sino sólo roca

roca y nada de agua en el camino arenoso

el camino serpenteando allá arriba entre las montañas

si hubiera agua nos detendríamos a beber

entre la roca uno no puede pararse ni pensar

el sudor está seco y los pies están en la arena

con tal que hubiera agua entre la roca

montaña muerta boca de dientes cariados que no puede escupir.

Aquí uno no se puede quedar ni parado ni tenderse ni sentarse

no hay silencio en las montañas

sino seco trueno estéril sin lluvia

no hay ni soledad en las montañas

sino hoscas caras rojas que gruñen y miran con desprecio

desde puertas de casas de barro agrietado

Si hubiera agua

Y no roca

Si hubiera roca

y también agua

y agua

una fuente

un charco entre la roca

si hubiera ruido del agua sólo

no la chicharra

y la hierba seca cantando

sino ruido de agua sobre una roca

donde el zorzal canta en los pinos

plip plop plip plop plop plop plop

pero no hay agua

¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?

cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos

pero cuando miro adelante por el camino blanco

siempre hay otro caminando a tu lado

deslizándose envuelto en un pardo manto, encapuchado

no sé si hombre o mujer

—pero ¿quién es quien va al otro lado tuyo?

¿Qué es ese sonido alto en el aire

murmullo de lamento materno,

quiénes son esas hordas encapuchadas pululando

por llanuras sin fin, tropezando en tierra agrietada

cercada sólo por el liso del horizonte

qué es esa ciudad sobre las montañas

que se agrieta y se reforma y estalla en aire violeta

torres que caen

Jerusalén Atenas Alejandría

Viena Londres

irreales?

Una mujer se recogió apretado el largo pelo negro

y violines música de susurros en esas cuerdas

y murciélagos con caras de niñitos a la luz violeta

silbaron, y agitaron las alas

y reptaron cabeza abajo por una pared ennegrecida abajo

y patas arriba en el aire había torres

repicando campanas reminiscentes, que daban las horas

y voces que cantaban desde cisternas vacías y pozos agotados.

En este agujero hechado a perder entre las montañas

en la leve luz de la luna, la hierba canta

sobre las tumbas derribadas, en torno a la capilla

está la capilla vacía, sólo el hogar del viento.

No tiene ventanas, y la puerta oscila,

huesos secos no pueden hacer daño a nadie.

Sólo un gallo se irguió en la viga maestra

qui qui riquí qui qui riquí

en un destello de relámpago. Luego la húmeda ráfaga

trayendo lluvia

(…)