Si quieren relajarse y no pensar, definitivamente quédense con los chistes de Liniers: el indudable maestro T. S. Eliot nos llenará de imágenes insólitamente fascinantes y de referencias cultas, nos hará sentir en cada respiración un pequeño gemido, un suspiro de admiración... No es una experiencia sencilla, pero no podemos dejar de recomendarla. Con ustedes, aunque probablemente ya lo conozcan, una pequeña muestra del talento de este verdadero hombre de letras:
Fragmento de "Lo que dijo el trueno"
(Parte V de La tierra baldía, 1922)
Después del rojo de antorchas en caras sudorosas
Después del silencio escarchado en los jardines
después de la agonía en pétreos lugares
el gritar y el clamar
cárcel y palacio y retumbar
del trueno de primavera tras montañas lejanas
Aquel que vivía ahora está muerto
nosotros que vivíamos estamos ahora muriendo
con un poco de paciencia
Aquí no hay agua sino sólo roca
roca y nada de agua en el camino arenoso
el camino serpenteando allá arriba entre las montañas
si hubiera agua nos detendríamos a beber
entre la roca uno no puede pararse ni pensar
el sudor está seco y los pies están en la arena
con tal que hubiera agua entre la roca
montaña muerta boca de dientes cariados que no puede escupir.
Aquí uno no se puede quedar ni parado ni tenderse ni sentarse
no hay silencio en las montañas
sino seco trueno estéril sin lluvia
no hay ni soledad en las montañas
sino hoscas caras rojas que gruñen y miran con desprecio
desde puertas de casas de barro agrietado
Si hubiera agua
Y no roca
Si hubiera roca
y también agua
y agua
una fuente
un charco entre la roca
si hubiera ruido del agua sólo
no la chicharra
y la hierba seca cantando
sino ruido de agua sobre una roca
donde el zorzal canta en los pinos
plip plop plip plop plop plop plop
pero no hay agua
¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?
cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos
pero cuando miro adelante por el camino blanco
siempre hay otro caminando a tu lado
deslizándose envuelto en un pardo manto, encapuchado
no sé si hombre o mujer
—pero ¿quién es quien va al otro lado tuyo?
¿Qué es ese sonido alto en el aire
murmullo de lamento materno,
quiénes son esas hordas encapuchadas pululando
por llanuras sin fin, tropezando en tierra agrietada
cercada sólo por el liso del horizonte
qué es esa ciudad sobre las montañas
que se agrieta y se reforma y estalla en aire violeta
torres que caen
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales?
Una mujer se recogió apretado el largo pelo negro
y violines música de susurros en esas cuerdas
y murciélagos con caras de niñitos a la luz violeta
silbaron, y agitaron las alas
y reptaron cabeza abajo por una pared ennegrecida abajo
y patas arriba en el aire había torres
repicando campanas reminiscentes, que daban las horas
y voces que cantaban desde cisternas vacías y pozos agotados.
En este agujero hechado a perder entre las montañas
en la leve luz de la luna, la hierba canta
sobre las tumbas derribadas, en torno a la capilla
está la capilla vacía, sólo el hogar del viento.
No tiene ventanas, y la puerta oscila,
huesos secos no pueden hacer daño a nadie.
Sólo un gallo se irguió en la viga maestra
qui qui riquí qui qui riquí
en un destello de relámpago. Luego la húmeda ráfaga
trayendo lluvia
(…)